
En espacios cerrados como escuelas, restaurantes, cines o centros comerciales, la calidad del aire interior que respiramos influye directamente en nuestro bienestar, concentración y salud. Aunque no siempre lo notamos, el aire puede contener contaminantes que afectan desde el confort hasta el riesgo de enfermedades. Pero, ¿cómo se sabe si el aire de un espacio cerrado es adecuado? ¿Qué se mide exactamente y con qué criterios?
¿Qué es la calidad del aire interior?
La calidad del aire interior (CAI) hace referencia a las condiciones del aire dentro de un edificio, en relación con la salud y el confort de las personas que lo ocupan. Evaluarla no es una cuestión subjetiva: existen parámetros técnicos, normativas y métodos de medición que permiten saber si un espacio está bien ventilado, si hay presencia de contaminantes o si existe riesgo para la salud.
¿Por qué es importante evaluarla?
Generalmente, pasamos más del 80% del tiempo en espacios interiores. En lugares públicos donde se reúnen muchas personas, como aulas, restaurantes o salas de cine, una mala calidad del aire puede favorecer:
- La propagación de virus y bacterias.
- Problemas respiratorios y alergias.
- Dolores de cabeza, fatiga o dificultad para concentrarse.
- Sensación de ambiente cargado o falta de oxígeno.
Además, desde la pandemia de COVID-19, la sociedad es más consciente de la importancia de la ventilación y la renovación del aire como medida preventiva.
¿Qué es un Plan de Control de Calidad Ambiental en Interiores?
Cuando se quiere asegurar de forma sistemática una buena calidad del aire en espacios cerrados, lo más recomendable es establecer un Plan de Control de Calidad Ambiental en Interiores (PCCAI). Este plan, definido en la norma UNE 171330-1:2024, establece una metodología técnica para evaluar, controlar y mantener en el tiempo la calidad ambiental de un edificio.
El PCCAI incluye:
- Diagnóstico inicial del edificio, identificando sus características, sistemas de climatización y posibles fuentes de contaminantes.
- Evaluación de riesgos ambientales, en función del tipo de uso (por ejemplo, si se trata de una escuela, un hospital, una oficina o un local de hostelería).
- Diseño de un plan de muestreo, donde se definen los parámetros a medir (CO₂, partículas, COVs, hongos, etc.), la frecuencia de las evaluaciones y los métodos de análisis.
- Acciones correctoras y de mejora continua, según los resultados obtenidos y los valores de referencia establecidos.
- Documentación técnica y seguimiento periódico para garantizar el mantenimiento de condiciones ambientales saludables en el tiempo.
Este tipo de plan es especialmente recomendable en espacios públicos con alta ocupación o con presencia de personas vulnerables (niños, personas mayores, enfermos), ya que ayuda a prevenir problemas de salud, asegurar el confort y cumplir con la legislación vigente.
¿Qué se mide para saber si el aire es bueno?
Cuando se evalúa la calidad del aire en interiores, se analizan una combinación de factores físicos, químicos y biológicos. Entre los más habituales destacan:
- Dióxido de carbono (CO₂): Es el principal indicador de ventilación. A mayor concentración, peor es la renovación del aire. En espacios públicos, se considera aceptable una concentración de hasta 1000 ppm. Si supera esa cifra, puede haber sensación de aire viciado y riesgo de transmisión de enfermedades.
- Temperatura y humedad relativa: Afectan al confort térmico y también a la proliferación de moho o bacterias. La humedad ideal está entre el 30% y el 70%.
- Partículas y microorganismos en el aire: Se pueden detectar hongos, bacterias, polen o ácaros, especialmente si hay sistemas de ventilación mal mantenidos o humedad en el edificio.
- Compuestos químicos: Algunos materiales de construcción, productos de limpieza o mobiliario liberan compuestos orgánicos volátiles (COVs) como el formaldehído o el benceno. También puede haber restos de monóxido de carbono o incluso ozono generado por ciertos aparatos.
¿Cómo se realiza la evaluación?
Técnicos en calidad ambiental en interiores realizan la evaluación en varias fases:
- Inspección del espacio: se revisan los sistemas de ventilación o climatización, y se identifican posibles fuentes de contaminación (humedad, materiales, productos usados...).
- Toma de mediciones: se colocan sensores y equipos que registran durante varias horas (o días) los niveles de CO₂, temperatura, humedad, partículas, entre otros.
- Análisis y recomendaciones: se comparan los resultados con los valores de referencia establecidos por normativas como el RITE o la norma UNE 171330, y se emiten recomendaciones.
La evaluación de la calidad del aire interior no es solo un asunto técnico, sino una herramienta clave para proteger la salud de quienes usan espacios públicos. Un aire limpio y bien ventilado mejora la experiencia de estudiantes, clientes y trabajadores, reduce el absentismo por enfermedades y transmite confianza.
Invertir en aire limpio es invertir en salud y bienestar colectivo.